A 113 años del natalicio de montense Afner Gatti.
Poeta, guitarrista y compositor.
Hombre de la provincia de Buenos Aires, nació en San Miguel del Monte, vivió en Ranchos, en Cañuelas y murió en General Belgrano.
Lo veo al “Ñato”, bajo y ancho de cuerpo, sentado en una silla justo en el medio de la pista de arena, rodeado en círculo por varias filas de personas expectantes, de una ciudad cualquiera de la provincia de Buenos Aires, donde le convino por algunos días anclar al circo de los cinco Hermanos Casali, allá por los años 30 del siglo pasado. En uno de sus tantos sonetos, casi que se pinta a si mismo, aunque ignoramos si es ficción o cierto que usaba un anillo como el descripto:
Le alcanzan la guitarra, es pujante
el claro y simple bordonear nochero,
y en el dedo anular del guitarrero
viborean las luces de un brillante.
Tiene dos rumbos, tono y dominante,
Y en cuanto suelta el verso forastero,
Le da el chambergo calor de alero.
Para las coplas del amor distante.
Bronco tremar de cuarta, quinta y sexta
Hacen amargo el vino de fiesta
Cuando el trovero estira su querella...
Más, al puntear de nuevo, se han prendido
En el dedo anular del dolorido.
Un arco azul de luna y una estrella.
Lo primero en llamar mi atención fue su nombre, Afner. Nunca lo había escuchado. Finalmente, preguntando hallé coincidencias que posiblemente sea de origen hebreo y se escriba con hache y dos efes, debería pronunciarse “Jafner”.
Nació en Monte, la ciudad de la laguna, pero antes de cumplir el año sus padres se mudaron a Ranchos, declarada ciudad en 1972, distante 118 Km de la Capital Federal y con una población de 7333 habitantes, según censo del año 2001. Desde que era apenas un poblado algo debe haber tenido para atraer a la música y al tango en particular, pues como el propio Afner cuenta en su libro de memorias: «En el año 1906, y a principios del otoño, fue en Ranchos donde debuté con un trío que había formado yo, con Francisco Canaro en violín, Martín Arrevillaga en mandolín y Rodolfo Duclós en guitarra».
Y años más tarde, coinciden en esa localidad la orquesta de Roberto Firpo con Pedro Maffia en algún almacén o tablado cualquiera. Mientras, en un lugar vecino, Carlos Gardel y José Razzano, con el guitarrista José Ricardo hacían lo suyo.
Afner comenzó a estudiar guitarra con una profesora de la zona, su nombre María Luisa Villanueva de Ramírez y, de inmediato, se apasiona por el instrumento.
A comienzos de los años 30 se une a un amigo del pueblo y salen de recorrida, se presentan donde podían, hasta llegar a Buenos Aires con algo de fama ganada, pues tienen calidad interpretativa. Su compañero es Agustín Ferré, guitarrero pero también baterista. «En una oportunidad visitan a un baluarte del instrumento, Alberto Diana Lavalle. Fue dúo de guitarras y también Afner acompañado por la batería del amigo. Impresionaron muy bien y el señor Lavalle les ofreció actuar en una emisora porteña, Gatti como solista y Ferré integrando con su batería una orquesta de jazz. Pero ninguno de los dos aceptó a raíz de reconocer su total falta de puntualidad en eso de cumplir con contratos.» (del libro “Ranchos, sus hijos y sus amigos. Relatos anecdóticos”, por Carlos Pablo Bona, periodista e íntimo amigo de Gatti).
Luego, viene lo del circo Hermanos Casali y sigue el rumbo por los pueblos. Hasta que lo abandona en compañía de uno de los hermanos, “Canuto” Casali. En octubre de 1944, contrae matrimonio con una buena cancionista de su pueblo de adopción, Isidora Agustina Porcel de Peralta, “Chona”. Viven en el lugar un tiempo para después establecerse, durante casi tres décadas, en la ciudad de Cañuelas y terminar en General Belgrano, los últimos veinte años de su vida, en la casita de la calle Posadas 696. Ya jubilado, dicto clases a jóvenes. Con su esposa recorrieron dos veces casi todo el país y parte de Chile. A dúo cantaban folclore, él con su voz chiquita y como metida para adentro. Cuando ejecutaba su guitarra, el repertorio era clásico y con algunos aires flamencos.
Absoluto autodidacta, pues apenas terminó la escuela primaria, nunca dejó de leer, «hasta el canto del papel», expresó alguien. «Y está con la guitarra a cuestas desde que se levanta». Tenía gran facilidad para versificar y para que sus improvisaciones no se extraviasen, publicó sencillos librillos que se vendían por pocos centavos, fueron unos veinte. El primero lo tituló: “Versos en papel de astrasa”.
Adquirió conocimientos de contrapunto y armonía y la perfección la buscaba en cada lugar nuevo que visitaba. Preguntaba por un profesor de música y así practicaba y se formaba.
Tenía muchas particularidades, una de ellas era cantar en versos pampeanos el argumento de “Divina Comedia” del Dante. Al terminar su actuación, se lo hacía saber al público que lo aplaudía aún más. Cuando le preguntaban por qué lo hacía respondía: «Para que la gente lo conozca y lo aprenda».
Agnóstico como fue gran parte de su vida, se volcó a la religión. También buscaba al cura de cada pueblo para conversar con él, porque así obtenía información del lugar visitado, además de entablar y ganar una amistad nueva. Si bien leía mucho no fue de formar biblioteca particular: «Hay que hacer rodar los libros porque si no quedan muertos».
En sus recorridas se hizo amigo de Eduardo Falú y de los padres de los que luego fueron “Los Indios Tacunau”. A Buenos Aires no se adaptó, pero tuvo tiempo de ser socio fundador de SADAIC y trabar amistad con el reconocido maestro Abel Fleury, a quien acompañó en varios programas radiales y también, con su colega José Canet.
Registró en SADAIC 54 temas, pero fueron muy pocos los que se grabaron. Bohemio impenitente como era, le alcanzaba con muy poco para vivir y no anduvo mostrando lo suyo para que le grabaran discos, pero algunos llegaron, y otros, aunque sin figurar su nombre, también le pertenecen. Son suyos y cuando le reprochaban, respondía que al menos debía ganarse el café con leche.
Sus temas grabados fueron: el tango “Serpentinas de esperanza”, con música de Canet, por Miguel Caló con Carlos Dante (1935); Ángel D’Agostino con Ángel Vargas (1945) y Fernando Díaz con guitarras (1935). “La pialada”, milonga con Domingo Plateroti (según Alejandro Iena fue compuesta por Raúl Ibarrolaza), por Los Indios Tacunau. “Ranchera de los perros”, con Silvio Di Pascal, por Rafael Rossi en 1973.
También vecinos y familiares afirman que otro tango suyo, “Madrigal”, estuvo en el repertorio de Gardel aunque sin llegar al disco. Y el director del diario “Aquí Ranchos” aseguró haber tenido no sólo la partitura con la foto del cantor si no, además, un acetato. Pero salvo quien lo dijo nadie pudo confirmar esto último.
Además de los nombrados, colaboraron con él José Luis Anastasio (verdadero nombre del cantor Carlos Mayel -quien actuó con Osvaldo Fresedo) en “Leyenda sureña”; Marcos Casali, “Canuto”, en “La caravana pasa”; Enrique Barcia en “La de los novios” y su amigo Ricardo Ibarraolaza, autor del "Himno a General Belgrano", con quien ganó —entre mil postulantes— el Premio Nacional PAMI con el tango “Domingo al sol”.
Alguien me dijo en voz baja: «Esto es confidencial. Pero puede publicarse. Murió de tristeza, como las calandrias, porque cuando enfermó le quitaron la guitarra. La vendieron para poder construirle su tumba. Su esposa lo sobrevivió diez años». En el año 2009, declararán su tumba como Monumento Histórico Cultural de General Belgrano.
Otro de sus grandes amigos, Domingo Bordegaray, dijo: «El Ñato con su guitarra cantó en árabe el “Capricho” de Tárraga, retozó en “Un momento” de Alais y había llorado en “Una lágrima” interpretada por Sagreras».
Fuente: https://agrupacionenriquedizeo.blogspot.com/2024/11/a-113-anos-del-natalicio-de-montense.html